La Política de Pesca, a la Deriva siendo Salvavidas Portentoso

Con frecuencia escuchamos en las pláticas de café, que vivimos en un país surrealista por sus grandes paradojas y contradicciones en las que se desenvuelve y evoluciona.

Si esto es cierto, la pesca es una de esas paradojas.  Veamos si no. Como actividad económica no aporta casi nada a la producción nacional (entre 2000 y 2012 su tasa media de crecimiento fue 0%).((Programa Sectorial de Desarrollo Agropecuario, Pesquero y Alimentario 2013-2018. DOF del 13 de diciembre de 2013.))  La población mexicana consume en promedio sólo 13 kg de pescado anualmente, lo que le dificulta su mejor alimentación y una dieta saludable.((Desinformación en la mesa, productos pesqueros en la dieta nacional. Revista Cámara. Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión. Número 37, año 04/2014.))  Sin embargo, el equivalente al 150% del territorio nacional de tierra firme, lo constituyen nuestros mares territoriales, mismos que abarcan 3 millones 150 mil km2 de extensión y son una porción no aprovechada pero suficiente para resolver nuestras carencias nutricionales y explorar nuevas industrias altamente productivas.((Un Mar de Oportunidades para México. Alejandro Spíndola Yáñez. Publicado en VLEX, apartado del SIEMéxico.))

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Aguas nacionales
Aguas y mares territoriales
Derecho al medio ambiente[/toggle]

Esta gran paradoja tiene importantes implicaciones.  Nuestra realidad de bajo consumo de pescado hace imposible abrir las posibilidades educativas y de capacitación a todos los grupos sociales, que les permitan alcanzar más y mejores plazas de trabajo.  Por ello, la mejoría de la alimentación que los productos del mar hacen posible, abre una posibilidad realista al aporte de recursos humanos para la industrialización y las actividades más evolucionadas que demanda el mercado global en el que estamos insertos.

Pero nos preguntamos por qué la pesca no ha podido despegar si tiene capacidad para volverse un sendero a la industrialización del futuro y a metas tan importantes como la nutrición saludable, la autosuficiencia alimentaria y las industrias de frontera provenientes de las ciencias genómicas.

La respuesta no está en la percepción que hasta ahora se tiene acerca de esta actividad productiva.  Sus productos siempre han sido apreciados por la sociedad mexicana, pese a los altos precios y a las prácticas monopólicas en su comercio y venta.  Desde el sistema de vida precolombino, el pescado ha sido consumido.  Incluso, el emperador azteca Moctezuma, lo mandaba traer a diario de Veracruz, por mensajeros esclavos.((Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.  Bernal Díaz del Castillo.))  En nuestro sistema actual, un antecedente destacado fue el anuncio del presidente Adolfo Ruíz Cortínez, en 1951, del plan La Marcha al Mar, como una evidencia de que la clase gobernante ya tenía conocimiento de la importancia de nuestros litorales marítimos, aunque este programa terminó en sólo una limpia de playas sucias.

Los antecedentes nos llevan a la conclusión de que la pesca ha estado sujeta a una política de gobierno ineficaz, casi sin resultados positivos y seriamente desorganizada para enrutar el camino al desarrollo económico y a la participación que le corresponde en un nuevo proyecto económico del país.

El hijo no deseado.  La política de pesca dejó de estar a cargo de una dependencia especializada en la materia, en 1994, y fue trasladada (el 28 de diciembre del mismo año), mediante reformas a la ley orgánica de la administración pública federal, a la Secretaría encargada del medio ambiente.  Después, el 30 de noviembre de 2000, fue removida a la Secretaría responsable de regular las actividades rurales.

En ambas dependencias paulatinamente fue borrada de la agenda pública, como actividad prioritaria dada la abundancia relativa de los recursos provenientes del mar, su potencial de apoyo a la alimentación de los mexicanos, el mejor empleo para los trabajadores del sector y un arribo a la industrialización plena de sus productos y subproductos.

Durante este tránsito de responsabilidades, se delegó a los ahora nombrados Instituto Nacional de Pesca y Acuacultura y a la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca, la ejecución de la política de pesca.  Desde entonces nos la hemos pasado entre declaratorias de veda que no sabemos a ciencia cierta si se acatan o no.  La reciente decisión de redefinir la participación de la Secretaría de Marina en la vigilancia de nuestros mares, nos hace sospechar que las vedas no son respetadas y que se ha incrementado la piratería en la zona económica exclusiva.

El estancamiento de la política.  El primer hecho sospechoso de ser causa del estancamiento pesquero fue el monopolio que ejercían las cooperativas de producción pesquera, incluidas las ejidales y comunales, sobre la captura y cultivo de las especies marinas más rentables, al amparo de la ley de pesca de 1986: abulón, almeja pismo, cabrilla, camarón, langosta de mar, ostión, tortuga marina y totoaba.((Artículo 55.))  En 1992, con una nueva legislación, se suprimieron las especies reservadas.

Sin embargo, desde ese año la producción pesquera en su conjunto no se ha distinguido por su incidencia en la producción nacional, por el mayor bienestar social de sus trabajadores o los precios accesibles de sus productos.  De la participación en el consumo nacional per cápita ya mejor ni hablamos.

La preeminencia de las medidas restrictivas.  En la actualidad la captura de cualquier especie marina sólo requiere una concesión del gobierno federal.  Esta relativa libertad de pesca es aparente dada las constantes vedas y medidas de control encaminadas a la sustentabilidad del sector.

Entendemos que tal sustentabilidad tiene un precio: la suspensión obligada de la captura para permitir el ciclo de regeneración de las especies de mar por encima de la extracción y el consumo.  A esta razón se deben las vedas hoy vigentes para el camarón, mero, algunas especies de aguas continentales, pulpo, caracol, foca, elefante marino, manatí, manjúa (crías de peces), diferentes especies de tortuga, abulón, almeja Catarina, langosta, langostino, lebrancha, lisa, diferentes clases de ostión y robalo, marlin y cangrejo azul.

Asimismo, está en operación la captura controlada, mediante cuotas de cosecha, para la curvina golfina y el marlin azul.

Todas estas especies forman una larga lista de alimentos de alto valor comercial que la sobreexplotación está llevando a la extinción.  Sin embargo, la carta nacional pesquera registra “551 especies, 287 del Pacífico y 264 del Golfo de México y Caribe.”, por lo que el universo de nuestros mares parece infinito frente a la disponibilidad que ahora tenemos de parte de sus riquezas, mismas que por otra parte debemos hacer sustentables.((Carta nacional pesquera.  DOF del 28 de agosto de 2000.))

El circuito económico de los productos del mar.  La pesca tradicionalmente ha sido una actividad de recolección, sin que este calificativo desconozca los riesgos y avances que ella conlleva.  Fue hasta la década de los años de 1970, cuando la acuacultura comercial dio inicio en el país (con la producción de tilapia, carpa y trucha arcoíris), que se hizo evidente la rápida expansión productiva que generaba el control científico del ciclo reproductivo de los cardúmenes, gracias a la creación de granjas de engorda y cuidados sanitarios.((Carta nacional acuícola.  DOF del 31 de enero de 2011.))

Sin embargo, ni en la captura tradicional ni en la acuacultura la política de gobierno ha incidido en los procesos de comercialización que están deteniendo el abasto y el consumo masivo de los productos del mar, al amparo de la libertad constitucional de comercio. Si somos capaces de intervenir en las prácticas productivas de la pesca para proteger las especies y sus ecosistemas, deberíamos también hacerlo en la comercialización, induciendo un tramo más corto entre el productor y el consumidor, a fin de reducir los precios al consumidor y hacer llegar los productos del mar a los grupos de la sociedad que más los necesitan.

¿De qué sirve la sustentabilidad de los recursos naturales si éstos se exportan en su mejor porción o no alcanzan a beneficiar a la mayor parte de la población nacional?

Hacia una “aquaindustria”

La política de pesca requiere una nueva generación de instrumentos de gobierno.  Muchos de los productos del mar pierden una parte importante de su peso corporal, que es desechado por no ser apto al consumo humano.  Es ilustrativo el caso del camarón, especie que siendo la de mayor valor económico, en sus procesos de limpieza se desaprovecha entre el 35 y 45% del peso total, mismo que puede utilizarse para la elaboración de fibra, esponjas, plásticos, cosméticos e inclusive para la elaboración de piensos acuícolas.((Camarón. GBC GROUP. http://www.gbcbiotech.com/genomicaypesca/especies/crustaceos/camaron.html))

En suma, la industrialización se vuelve una opción interesante porque se funda en nuestros recursos naturales y nace de materias primas derivadas de su pleno aprovechamiento, haciendo posible una próspera “aquaindustria”.  Aquí es donde se abre una interesante posibilidad para que las investigaciones de orden conservacionista y oceanográfico que realizan el Instituto Nacional de Pesca y Acuacultura, así como la Secretaría de Marina, no se apliquen sólo a la aplicación de las vedas, sino que su alcance se extienda, con es el caso de la maricultura, a crear nuevos instrumentos para el desarrollo sustentable de la nación.

 

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